23 oct 2025
El escenario político bonaerense vuelve a reconfigurarse tras las elecciones. Aunque el resultado no sorprendió al oficialismo, el impacto del voto en la Provincia proyecta una nueva etapa para Axel Kicillof. El Gobernador emerge con un respaldo territorial que lo mantiene como figura central del peronismo, pero deberá equilibrar el poder conquistado en las urnas con las tensiones internas que comienzan a asomar en el día después.
En La Plata reconocen que la tendencia del 7 de septiembre se repetirá, aunque con una diferencia menor. Las encuestas que manejan en el entorno provincial hablan de una ventaja peronista de entre 7 y 10 puntos sobre La Libertad Avanza. Sin embargo, esa merma en la distancia reaviva discusiones puertas adentro sobre la estrategia electoral y sobre la necesidad de un liderazgo que trascienda la coyuntura.
El primer desafío de Kicillof será legislativo. En las próximas semanas, el Ejecutivo buscará aprobar la ley de financiamiento por 1.045 millones de dólares, una herramienta clave para sostener el pago de deuda heredada y evitar que el ajuste nacional impacte de lleno en las cuentas provinciales. El Gobernador necesita consenso político, tanto fuera como dentro del Unión por la Patria (hoy Fuerza Patria), en un escenario donde el equilibrio parlamentario es cada vez más frágil.
El ministro de Gobierno, Carlos Bianco, ya adelantó la urgencia del proyecto. Con la caída de la coparticipación y la merma de la recaudación propia, la provincia enfrenta una situación financiera crítica. “Son momentos complejos para todos, pero especialmente para Buenos Aires”, insistió el funcionario, al remarcar que el recorte de fondos nacionales obliga a sostener la estructura del Estado provincial con recursos cada vez más limitados.
La negociación por la deuda se entrelaza con otro debate mayor: el Presupuesto 2026. Kicillof planea enviar la “ley de leyes” junto a la ley fiscal impositiva y buscar su aprobación antes de fin de año. En el entorno del Gobernador reconocen que la clave será lograr una rápida discusión que no exponga las internas del bloque oficialista ni aliente las presiones opositoras sobre la distribución de cargos y recursos.
Sin embargo, las fracturas internas ya son un hecho. En el cristinismo todavía cuestionan la decisión de Kicillof de haber desdoblado las elecciones, una jugada que, si bien le dio margen político, generó reproches por la doble campaña y la falta de coordinación con el armado nacional. En los pasillos del peronismo bonaerense, algunos ya hablan de “facturas pendientes” que podrían hacerse sentir en el debate parlamentario.
El Gobernador, por su parte, sostiene que la estrategia fue la correcta. En sus discursos recientes volvió a defender el desdoblamiento como una decisión “valiente y necesaria” para proteger a la provincia del desgaste del Gobierno nacional. “El pueblo vio el fracaso del modelo de Milei y eligió otro camino”, repitió en los actos pos electorales, intentando reencuadrar la discusión en clave de liderazgo y autonomía política.
La victoria bonaerense, aunque contundente, abre un nuevo interrogante sobre el futuro del peronismo. Kicillof aparece como una figura con volumen propio, capaz de sostener gestión y presencia territorial, pero aún sin el respaldo pleno del peronismo tradicional. Con Cristina Kirchner en silencio y La Cámpora mirando el 2027, el Gobernador busca construir una identidad que lo posicione más allá del dispositivo partidario.
En ese camino, el Presupuesto y la ley de financiamiento serán algo más que herramientas contables: serán pruebas políticas. Kicillof deberá demostrar que puede negociar con una oposición fragmentada y, al mismo tiempo, ordenar su propia tropa. En paralelo, se anticipan movimientos en la estructura de gobierno, con posibles cambios de gabinete y nombramientos clave en organismos y tribunales que requieren aval legislativo.
El tablero bonaerense, entonces, vuelve a ser un laboratorio del poder nacional. Con Milei enfocado en su ajuste y el peronismo buscando un nuevo punto de equilibrio, Kicillof aparece en el centro de la escena. Su desafío será transformar el control territorial en liderazgo político, administrar una crisis sin fondos y sostener la narrativa de un Estado presente en un país que, cada vez más, le exige resultados y definiciones de cara al 2027.
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