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Puertas adentro en San José 1111: Cristina y Kicillof se volvieron a hablar cara a cara

Estuvieron más de 100 días sin verse, aunque por la noche del miércoles, el Gobernador bonaerense visitó a la ex presidenta en su departamento de San José 1111. Hablaron de la situación política y de fortalecer la unidad de cara a las elecciones del 26 de octubre. Aunque no hubo imagen oficial, fue leído como un gesto clave en medio de la interna del peronismo.

2 oct 2025

El miércoles por la noche, el gobernador bonaerense Axel Kicillof mantuvo una reunión con la ex presidenta Cristina Kirchner en el departamento de San José 1111, ubicado en Consitución, localidad de la Ciudad de Buenos Aires, donde la dirigente cumple prisión domiciliaria. El encuentro, que se extendió por una hora y media y se desarrolló en estricto hermetismo, tuvo como objetivo analizar el escenario político nacional e internacional y fortalecer la unidad del peronismo de cara a las elecciones del 26 de octubre.

El reencuentro entre Cristina Kirchner y Axel Kicillof en el departamento porteño de la ex vicepresidenta no fue un acto protocolar ni una visita de cortesía. Fue un movimiento político medido, inevitable y cargado de señales, aunque la más notoria, es decir, la foto, brilló por su ausencia. A menos de un mes de las elecciones nacionales, el peronismo comienza a mover piezas con la intención de mostrar cohesión frente a un escenario electoral incierto y una gestión nacional en crisis.

El hermetismo que rodeó la reunión no es nuevo, pero sí significativo. La charla duró una hora y media, sin trascendidos ruidosos, y con escasa voluntad de exhibir el gesto hacia afuera. Sin embargo, según pudo saber CRONOS Noticias, fue un “buen encuentro”, marcado por una agenda que mezcló análisis del contexto nacional e internacional con la urgencia de “sumar fuerzas” de cara a octubre. Lo justo y necesario para empezar a reencauzar un vínculo que venía tensionado desde hacía meses.

La última vez que se habían visto había sido en junio, en el cierre de listas, en medio de fuertes cuestionamientos internos al Gobernador por parte del kirchnerismo más duro. Desde entonces, el silencio entre ambos había sido leído como una fractura preocupante en la estructura de poder del peronismo bonaerense. En ese sentido, la visita a San José 1111 aparece como un intento de reconstrucción, más pragmático que afectivo, motivado por la necesidad de ordenar el frente interno.

Axel Kicillof, que ha logrado consolidarse como figura central en la provincia de Buenos Aires, sabe que su peso territorial es clave para cualquier estrategia electoral del peronismo. Pero también sabe que, sin el aval simbólico de Cristina, parte del electorado kirchnerista duro podría restarle apoyo. La reunión con la ex presidenta apunta a recomponer ese lazo, al menos de forma funcional, en un momento donde la unidad vuelve a ser más urgente que profunda.

Cristina, por su parte, conserva un núcleo de fidelidad incondicional que la posiciona como referente aún detenida. Desde su domicilio, continúa operando políticamente, y cada gesto suyo tiene impacto. La decisión de recibir a Kicillof no es menor: es una habilitación política, un modo de dejar en claro que, pese a los cortocircuitos, el peronismo no puede darse el lujo de ir a una elección dividido.

El dato de que no haya habido una imagen oficial del encuentro no es casual. Muestra que la desconfianza no se disipó del todo. La tregua es táctica, no definitiva. Sin embargo, también indica que ambos dirigentes comprenden el momento político: con Javier Milei debilitado pero aún competitivo, y con la oposición fragmentada, el oficialismo necesita cerrar filas, al menos hasta después del 26 de octubre.

En este contexto, la reunión en San José 1111 puede leerse como una señal hacia adentro más que hacia afuera. Un mensaje al peronismo bonaerense, donde persisten internas, reproches y disputas por espacios de poder. Y también una advertencia: sin coordinación entre las principales figuras del espacio, el escenario electoral podría complicarse más de lo previsto.

Con una campaña que intenta despegarse de las tensiones internas y enfocarse en los problemas de gestión del oficialismo nacional, Kicillof busca mostrarse como gestor, pero también como líder. La reunión con Cristina, aunque sin foto, lo posiciona nuevamente en el centro del tablero, ahora con la bendición silenciosa de quien aún retiene una cuota importante de capital simbólico dentro del peronismo.

De aquí al 26 de octubre, cada gesto cuenta. Y aunque este encuentro no resolvió del todo las diferencias, sí permitió construir un puente para transitar la campaña sin mayores sobresaltos. El mensaje es claro: no hay margen para fracturas si el objetivo es sostener el poder territorial y proyectar una alternativa frente al Gobierno nacional. El reloj electoral no espera, y el peronismo lo sabe.

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