El 7 de abril, desde el Salón Dorado de la Gobernación en La Plata, con la solemnidad de quien ejecuta un movimiento largamente meditado, Axel Kicillof confirmó lo que resonaba como una herejía dentro del santuario peronista: la Provincia de Buenos Aires votará legisladores por su cuenta, distanciándose del calendario nacional. Un decreto firmado, un proyecto elevado a la Legislatura, y la suerte echada para un 7 de septiembre. La decisión, en su audacia y potencial para alterar el mapa político, evocó la imagen de Julio César a orillas del Rubicón, aquel río que marcaba la frontera entre la Galia Cisalpina y la Italia romana, cuya travesía en el 49 a.C. significó un desafío directo al Senado de Roma y a Pompeyo Magno, precipitando una guerra civil. El desafío.
En el peronismo no hubo guerra civil, pero sí unas internas calientes que amenazaron con terminar en ruptura más de una vez. Cristina Kirchner y la cúpula de La Cámpora al mando de Máximo Kirchner, presionaron en público y en privado para que el Gobernador diera marcha atrás con su idea de desdoblar las elecciones bonaerenses. Le advirtieron que desdoblar era sinónimo de ruptura, le dijeron que nacionalizar la elección bonaerense frente a Javier Milei no era “inteligente”, le insinuaron que Milei y los libertarios lo iban a ahogar en la campaña con los hechos de inseguridad que sacuden cotidianamente a la Provincia de Buenos Aires. Hasta intentaron imponer las elecciones concurrentes en la Legislatura bonaerense. Incluso, varios intendentes, presionados por el Instituto Patria, se acercaron a Kicillof para aconsejarle dar marcha atrás con el desdoblamiento. Las presiones.

Pero el mandatario bonaerense soportó las avanzada, se mantuvo firme en su decisión, apostó y se la jugó. Tras la aceptación del cristinismo al desdoblamiento de Kicillof, el cierre de listas fue otra dura batalla, hubo tensiones y hasta amagues de ruptura y listas distintas. Finalmente se logró el acuerdo, no sin broncas dentro de la paz forzada. Pero el corto tiempo le dio la razón a Kicillof. Los contundentes resultados de las elecciones bonaerenses del 7 de septiembre sorprendieron a propios y extraños. Ni en sus más pronósticos optimistas, el peronismo/kirchnerismo bonaerense pensó en que la diferencia sobre la alianza entre La Libertad Avanza y el PRO sería tan amplia. La historia dirá que el desafío de Kicillof tuvo su éxito con varios factores a analizar. La firmeza.
Por un lado, Kicillof apostó a organizar y armar un formato de elección inédito en la Provincia en los últimos 50 años. Los comicios resultaron muy bien organizados: rapidez a la hora de votar, distribución amplia de los lugares de votación, el escrutinio provisorio en tiempo y forma, y con altos porcentajes de votos escrutados para las 21 horas. En lo político, el Gobernador y su mesa chica lograron que los intendentes pongan toda la carne al asador y se la jueguen también, en una elección basada principalmente en lo local y regional. El mandatario bonaerense, más allá de que quizá no logró dominar ampliamente el armado de listas, logró que candidatos (futuros legisladores) lleguen a la Legislatura y que respondan directamente a la Gobernación. Dato para agregar, Fuerza Patria de Kicillof tendrá desde el recambio legislativo en diciembre, quórum propio en el Senado (tiene 21 y tendrá 24) y más bancas en Diputados (tiene 37 y tendrá 39). Esta situación le permite tener gobernabilidad para los dos años de mandato que le quedan y mayor soltura a la hora de aprobar leyes importantes, como el Presupuesto y la Ley Impositiva. El premio.

Los grandes derrotados de la elección bonaerense, además de Javier Milei y el mensaje de las urnas, son el PRO, que prácticamente está en proceso de extinción como partido y la UCR, que preso de sus eternas internas, perdió varias bancas en incluso en varios distritos tradicionalmente radicales. Dentro de Fuerza Patria, Máximo Kirchner y La Cámpora tuvieron que salir a aplaudir la victoria gestada por Kicillof y mirar de reojo el posicionamiento político del Gobernador. El gran ganador, sin dudas, Axel Kicillof, que no sólo cruzó el Rubicón peronista, sino que su jugada salió mejor de lo que esperaba y ahora se prepara para sentarse en el sillón de la conducción del peronismo/kirchnerismo y como candidato a presidente en el 2027.
Por Juan Alfaro (ALFA)