En la provincia de Buenos Aires, acciones que en las sociedades civilizadas son normales y cotidianas, se transformaron en situaciones de alto riesgo. Guardar y sacar un vehículo de la casa, permanecer en el habitáculo con el automotor detenido, o circular en moto y bicicleta, son contextos que pueden atraer a la desgracia personificada en delincuentes.
El último viernes, pocos minutos antes de las 14, una condición como las descriptas le ocurrió a un motociclista que llegó a su vivienda en la localidad de González Catán.
El hombre detuvo el rodado sobre la acera y luego que abrió el portón para guardarlo, se detuvo un instante para dialogar con una vecina que se dirigía al domicilio y caminaba por la calle Manuel Gallardo.
Esta situación fue observada por dos motochorros que cruzaban una de las esquinas y que no dudaron en cambiar de dirección para atacar.
Segundos después, solo con amenazas y movimientos torpes, los delincuentes aterraron a los vecinos que se alejaron a la carrera. El hombre abordó la moto robada que estaba con la llave puesta pero se la cedió a la mujer que lo acompañaba ya que, por su tamaño, no podía conducir en la que llegaron.
Los delincuentes escaparon con los dos rodados y sus paraderos son desconocidos.