Bitácoras bonaerenses
Por qué Kicillof no apretó el botón rojo para un cierre estricto por 15 días
Por ahora no hubo una restricción estricta por 15 días. El escenario sigue siendo incierto, más allá de que la curva de contagios bajó un poco.
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Mientras tanto, la política despliega “operaciones” en clave electoral y se alimenta de “fotos de unidad” para interpretaciones propias de la dinámica política, tanto del oficialismo como de la oposición.
Pero existe otra foto real, aquella de la agenda ciudadana que comenzó a gestarse en medio de un evento inesperado y absolutamente alterador de la vida diaria como lo es esta pandemia y que no tiene ningún apuro por ir a las urnas a votar a determinada fuerza política por la renovación parcial legislativa parcial prevista para este año.
En una Provincia sacudida por una segunda ola más virulenta, contagiosa y que además profundiza la crisis sanitaria, social y económica, miles de bonaerenses que optativamente se inscribieron en la campaña “Buenos Aires Vacunate” siguen esperando turno, mientras el Gobierno, a paso de tortuga, avanza con el operativo de vacunación.
Claramente, la “foto” coyuntural refleja que crecen los casos diarios de contagios de jóvenes y adultos, mientras los trabajadores de la salud sufren largas jornadas de trabajo y bajos salarios en hospitales que están al límite.
Casi una sensación agridulce que se repite hace ya unos días también pasa por el desacuerdo opositor con la falta temporal de clases presenciales en las aulas, y aquellos cuestionamientos a que haya tantas limitaciones horarias, por poco “avalando” una permisibilidad peligrosa. Un contraste de emociones ante la necesidad de bajar la curva de contagios y la ansiedad por retomar un esquema de pospandemia o “nueva normalidad”.
En paralelo, dentro de la Gobernación de calle 6 también se advirtieron algunas artesanales flechas verbales cruzando ciertas decisiones de la Casa Rosada. Primero, la administración de Axel Kicillof pretendía restricciones más duras a las que finalmente dispuso el presidente Alberto Fernández para enfrentar la curva de contagios. "Lo que hay que evitar es el colapso sanitario porque así vamos a un escenario de multiplicación de muertes”, insisten portavoces ministeriales.
Y segundo, que ese potencial cierre total de actividades fuera compensado, otra vez, con el IFE, aquel ingreso nacional de emergencia que rigió durante un buen tramo de la cuarentena del año pasado, fue “reclamado públicamente” por el camporista ministro de Desarrollo de la Comunidad, Andrés Larroque. Se sabe, el conurbano bonaerense, corazón del voto peronista, es clave para el oficialismo frente a un año que contiene calendario electoral.
Al final, Kicillof decidió ampliar la asistencia a comedores escolares y subir jubilaciones como parte de un paquete de índole social de $ 70 mil millones que amplía el Servicio Alimentario Escolar a 2 millones de niños, niñas y adolescentes, afectados por la crisis sanitaria, y el impacto de las restricciones. Es que, en medio de la pandemia y las dificultades económicas, crecen la pobreza y la desocupación en la Provincia.
En términos legislativos, el gobernador arrancó su gestión cuesta arriba, con minoría en el Senado, y con una mayoría trabajosamente construida en Diputados. Y a poco de andar, la irrupción de la pandemia.
Un año y medio después la foto parece ser la misma que la de marzo o abril de 2020. Con un agregado preocupante: un año de desgaste en la gestión, y ruidos internos dentro de la coalición de gobierno.
En este último caso, en la Provincia, parecería que la situación dentro del gabinete bonaerense es más armónica que en Nación. Aquí la pulseada es con la liga de intendentes, siempre oscilantes entre la lealtad al PJ partidario y las necesidades concretas de sus vecinos.
Los jefes comunales, tanto del Frente de Todos como de otros partidos, comparten este ADN. Siempre terminan siendo la preocupación central de todos los gobernadores. “Les encanta recibir, pero les cuesta mucho dar. Les queda muy cómodo ser siempre oficialistas”, se queja amargamente un exfuncionario de la anterior gestión, que sufrió en carne propia la “infidelidad” de algunos alcaldes.
En el armado opositor de Juntos por el Cambio generó mucho rechazo la postura de algunos intendentes después que María Eugenia Vidal dejó el poder gubernamental. Idas y vueltas, e incluso algunos cruces de vereda, como el caso puntual del actual alcalde serrano de Tornquist, Sergio Bordoni, que pasó de JxC al FdT sin escalas. En rigor, responde al “vecinalismo massista” de Carlos Bevilacqua, su par municipal de Villarino.
Por estas horas preocupa una situación similar en el bloque de senadores de JxC. Aquí el bloque opositor es mayoría, con 26 legisladores sobre 20 del oficialismo, y hasta ahora se mantuvo unificado, a pesar de las presiones y los guiños cómplices del Gobierno.
Esta semana trascendió públicamente que uno de los senadores del PRO dejaría las filas amarillas para pasarse directamente al oficialismo. El legislador en cuestión es de origen peronista, y la noticia se dio a conocer como una vuelta a los orígenes en la costa atlántica.
Por el momento nadie del entorno, ni él mismo, salió a desmentir la noticia. Incluso algunos compañeros de bancada dan fe de que la relación del legislador con el actual intendente marplatense, Guillermo Montenegro, está totalmente rota. ¿Será ese uno de los motivos? Se preguntan en las diagonales
De darse el pase, no cambiaría mucho la relación de fuerzas en el Senado bonaerense, pero la preocupación pasa por el peso simbólico de perder un soldado, en pleno año electoral, y de que este no se convierta en la primera baja de una lista un poco más larga.
Por Ricardo Salas
Fuente: lanueva.com
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