Parece tan lejano ese comienzo, el tiempo duplicó sus sensaciones, ese pasado parece remoto. Serán más de 80 días de cuarentena, doblete de un aislamiento social, preventivo y obligatorio que los argentinos viven y padecen. No sólo por la pandemia mundial que aún no da certezas de una solución para volver a la normalidad o a la “nueva normalidad”. Ni hablar de las peripecias económicas que muchos sectores viven día a día. El coronavirus, ese indeseado protagonista de este 2020. La grieta no quiso ser menos y también hizo su juego en este escabroso escenario. Los cruces tuiteros con tintes de superclásico futbolero sumergieron a varios en un debate sin retorno entre quienes defienden y quienes condenan la cuarentena. La política, presta a ir detrás de los acontecimientos de coyuntura, pidió pista y se formaron otra vez los bandos. La delgada línea de frontera.
Pero hay una realidad que se impone y que quedó marcada en la conferencia de prensa que Alberto Fernández, Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta protagonizaron el pasado jueves para anunciar la extensión de la cuarentena hasta el 28 de junio y, al mismo tiempo, su fraccionamiento. Son dos Argentina, y no son precisamente las que están divididas por la grieta. Por un lado, la que tienen varios casos todos los días, con circulación comunitaria, en especial el Área Metropolitana Buenos Aires (AMBA), Chaco, Córdoba y zonas de Río Negro y, en menor medida, Chubut, donde se mantendrá el aislamiento obligatorio. Por el otro, el resto del país pasa alegremente a lo que ahora se denomina “distanciamiento social, preventivo y obligatorio”. La provincia de Buenos Aires, extensa en su territorio, con sus 135 distritos y sus más de 17 millones de habitantes, también tendrá dos realidades: la cuarentena estricta para la zona metropolitana y la denominada Fase 5 para unos 60 distritos. Pero en esta ingeniería pro pandémica, al territorio bonaerense también le hace ruido lo que pase en la Ciudad de Buenos Aires. Es que los bonaerenses del AMBA ven cómo los porteños del AMBA tienen distinta cuarentena, más allá de las disposiciones del Gobierno nacional. En CABA, Larreta dispuso mayor apertura comercial que en el GBA y hasta permitió las salidas nocturnas para correr. No se trata de quién tiene la razón o no, sino de cómo repercute en los ciudadanos esas diferenciaciones a sólo unos cuantos kilómetros de distancia, y en el efecto psicológico y económico que ya Alberto, Axel y Horacio reconocieron que existe. El tridente político.
Los efectos de la cuarentena no se pueden esquivar, no sólo los económicos –los de más impacto a los 30 días del inicio– sino ahora también los psicológicos y el humor social. En la conferencia del pasado jueves 4 de mayo, Alberto, Kicillof y Larreta coincidieron –a su modo– en reconocer el cansancio social de los casi 80 días de encierro. La situación no es la mejor, claro está. En las últimas semanas los casos de contagios se elevaron, en promedio, de 500 a 800 diarios, con focos puntuales en el AMBA. Sin embargo, en las calles se ve mayor circulación de gente (la inmensa mayoría con tapabocas), negocios abiertos o semiabiertos. La necesidad en gran parte hizo salir a muchos a ganarse el pan y a otros pocos a aventurarse al riesgo dentro de un escenario pandémico que “parece normal”. Un detalle no menor es que desde el Gobierno bonaerense cambiaron rotundamente el discurso en una semana. Hasta antes de la conferencia del jueves 4, distintos ministros de Kicillof salieron con el mensaje catastrófico en diversos medios periodísticos. El que más quedó fue el del ministro de Salud, Daniel Gollan, quien remarcó que “si se levanta la cuarentena, en 15 días vamos a ver las imágenes de Nueva York, con cadáveres apilándose en las calles”. En los pasillos de la política dejaron trascender que ese mensaje no fue del agrado de la Casa Rosada. Se notó el cambio de tono en el discurso del gobernador junto al Presidente y al jefe de Gobierno porteño. En los días posteriores, el discurso bonaerense bajó el tono. La ministra de Comunicación Pública, Jesica Rey, dio una serie de notas con otra impronta. La funcionaria que diagrama el discurso y cuida la palabra del mandatario bonaerense, expresó: “Sabemos lo difícil que se le está haciendo a cientos de miles de cuentapropistas, comerciantes, emprendedores y gente que vive día a día de su trabajo”. En esa línea, la funcionaria también se expresó en relación a la preocupación del gobierno en torno a la “salud mental” de las personas en este contexto. El diagnóstico real.
Sobre este complejo plano es que la ingeniería conjunta entre la Rosada y la Gobernación avanzan día a día con la instalación del concepto “post pandemia”. En todo este denso cotidiano se necesita darle a la ciudadanía un aspecto positivo de todas las penurias que deja el coronavirus. Si se empieza a pensar en la escena posterior es porque la que se vive está por terminar, o se está agotando. Además, se corre el riesgo de que los informes de contagios diarios o medidas sobre el virus se transformen en algo rutinario para el conjunto ciudadano, ajeno a lo que realmente es. Es por eso que enfocar más espacio del discurso político en la post pandemia, en la gestión, en las medidas que fueron relegadas ante el desembarco abrupto del COVID-19, sirve para motorizar la mentalidad de la ciudadanía y, de paso, comenzar en serio a diagramar el siguiente camino. Ninguno quiere que los picos se descontrolen o que el sistema sanitario colapse. Pero el punto de dónde estamos parados obliga a pensar medidas que no generen efectos colaterales dañinos.
Por Juan Alfaro (ALFA)
Fuente: ANDigital