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Cronos Noticias » Relatos Bonaerenses » 22 may 2020 08:00

Relatos bonaerenses

Historias de Crímenes: un Marqués argentino que se atrevió a robar La Gioconda

Planificó el robo de La Gioconda en 1911 y aunque jamás tuvo la obra en sus manos, se benefició como nadie con su desaparición pues vendió como originales 6 copias perfectas de la obra de Da Vinci.


  • Historias de Crímenes: un Marqués argentino que se atrevió a robar La Gioconda

Cuando la parca golpea la puerta, muchos aprovechan la advertencia para tener frente a los suyos un momento de revelaciones y arrepentimiento, casi siempre relacionado con esa tranquilidad necesaria para dejar este mundo y llegar al otro algo más liviano de tribulaciones a la hora de rendir cuentas.

Así se da en la mayoría de los casos, pero no en el de Eduardo Valfierno, quien decidió confesarse ante su amigo y periodista, Karl Decker, para que su historia se conozca tras su muerte y así tener el reconocimiento que no pudo tener en vida, que por cuestiones estrictamente legales, lo hubiesen llevado desde su lujosa mansión en Los Ángeles, a un centro penitenciario francés.

La historia de este ladrón comienza en 1850, cuando nace en el seno de una familia acomodada de la sociedad bonaerense. Tal y como debía ser, se educó en los mejores colegios y vivió hasta la muerte de sus padres, bajo la comodidad que le ofrecía la riqueza de sus progenitores.

Cuando hereda la fortuna familiar, no tarda en dilapidarla, y no siendo muy afecto al trabajo, comienza a vender las obras de arte que había en su casa, para no perder ese relajado estilo de vida. Pero éstas, al igual que el dinero heredado, también se acaban.

Es ése el momento en que el argentino pergeña el plan que lo llevaría a la fama y lo encumbraría en el Olimpo de los ladrones, por ser el autor intelectual del “robo del siglo”, haciendo desparecer del Museo de Louvre, en París, al cuadro más famoso de todos los tiempos, pero sin haberle puesto jamás un dedo encima.

Producto de las ventas de la colección de arte familiar, se percata que sus compradores no indagan sobre la procedencia de los cuadros y esculturas que les ofrecía, y es ahí cuando decide entrar en el mundo de la falsificación.

Para ello, viaja a París en 1910 dándose a conocer como ‘marqués de Valfierno’ y encarga al pintor francés Yves Chaudron que realice seis copias rigurosamente exactas de La Gioconda, labor para la cual el artista galo demora catorce meses. En todo ese tiempo, el argentino buscó dos cosas, compradores para las falsificaciones y alguien que pueda hacer desaparecer la obra sin levantar sospecha.

Para esta última tarea encontró al carpintero italiano Vincenzo Peruggia, quien tiempo antes se había mudado a Francia buscando fortuna, pero que apenas lograba sobrevivir haciendo changas con su oficio. La necesidad del lombardo jugó a favor de la ambición del argentino, que no tardó mucho en convencerlo de cometer el robo.

Así, el domingo 20 de agosto de 1911, el carpintero se ocultó en un pequeño depósito de herramientas próximo al Salón Carré, en el que pasó la noche. Al día siguiente, las puertas del Museo permanecieron cerradas al público (como cada lunes) y Vincenzo salió de su escondite, descolgó la pintura de la pared y la despojó de su escudo vidriado y de su marco en la escalera Visconti sin mayores inconvenientes. Luego abandonó el marco, ocultó la pintura bajo su gabardina blanca (idéntica a la que usaban los trabajadores del museo) y atravesó la salida como un operario más.

Para ese entonces el Louvre había inaugurado un estudio fotográfico y la célebre dama de Leonardo era habitualmente descolgada para posar frente a los flashes, por lo que su ausencia no era una señal de alarma. Pero cuando el martes 22 el Museo reabrió para el público, se advirtió que la sonrisa de La Gioconda había desaparecido, y la noticia corrió por todos los rincones del planeta.

Durante los 2 años y 111 días que la Mona Lisa estuvo desaparecida, Peruggia esperó sin éxito que Valfierno se pusiera en contacto con él. Cansado por el plantón, fue atrapado cuando intentó vender el cuadro al dueño de una galería de arte en Florencia (Italia), que dio parte a la policía cuando este le ofreció la obra de Da Vinci. Tras cumplir menos de un año de reclusión, el carpintero volvió a Italia, donde fue considerado casi un héroe, por tratar de recuperar el óleo.

Pero lo cierto es que el argentino nunca necesitó el original, de hecho lo único que precisaba era que se conociera la noticia de su desaparición y que tardaran en encontrarlo algún tiempo más que lo que él demorara en vender las copias.

Así, con la noticia del robo recorriendo el mundo, el estafador sudamericano se comunicó con seis compradores dispuestos a esconder, colgado de sus muros, al óleo sobre tabla más famoso del renacimiento, que gustosos adquirieron “la pintura desaparecida del Louvre” por la astronómica cifra de 300 mil dólares americanos.

Cuando la dama florentina fue recuperada y volvió a su lugar en la pared del museo francés, ninguno de los estafados (cinco estadounidenses y un brasilero) se atrevió a reclamarle al argentino un reembolso por la transacción, y este vivió colmado de lujos aunque a la sombra de Peruggia, hasta que su muerte cumplió con el requisito necesario para que Karl Decker publicara la historia y lo convirtiera en leyenda.

Valfierno murió en Los Ángeles una mañana de 1931. El ego de este argentino, que vio como un carpintero italiano se llenó de gloria en su tierra natal por ‘tratar de recuperar la obra de Da Vinci’ lo llevó a realizar una confesión post mortem de su ‘obra maestra del crimen’, y así recibir el crédito que creía que su estafa merecía.

Al día de hoy, aún circula por los pasillos del museo francés la inconfirmable versión que indica que la obra allí expuesta, es en realidad una de las copias realizada por Chaudron para el estafador argento.

Por Hernán Marty especial para CRONOS

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