Más de 40 días, una cuarentena hecha y derecha. Van a pasar más de tres meses para que la Legislatura bonaerense vuelva a tener sesión, un tiempo que cualquiera dirá es mucho. Es cierto, la pandemia por el Coronavirus y la cuarentena decretada en el país modificó la vida cotidiana de todos. Pero al mismo tiempo, las contingencias sanitarias no tendrían que haber sido obstáculo para poder generar alternativas para poder tener a un parlamento en funcionamiento. Un análisis simple muestra que son muchos los sectores que tuvieron que hacer el esfuerzo y laburar durante este aislamiento obligatorio, poniendo en riesgo su salud. Pero no así la Legislatura, que se tomó su tiempo para encontrar los mecanismos para poder hacer valer su función. Este jueves 7 de mayo, después de lentos avances Diputados y Senadores tendrán su primera sesión en cuarentena. Será mixta, con poca gente presencial en los recintos (autoridades y presidentes de bloque) y el resto de los legisladores conectados desde sus domicilios mediante videoconferencia, validados por datos biométricos. Ya habrá tiempo para analizar fino los por qué de la demora. Ahora es tiempo de validar la institucionalidad de la provincia de Buenos Aires, de demostrar responsabilidad. El lento trabajo.
En los últimos años se le hizo costumbre al Poder Ejecutivo de turno evitar el movimiento fluido y normal de la Legislatura. Lo hizo María Eugenia Vidal en el 2018 (mucho más en el 2019, año electoral), temerosa de que las Cámaras se vuelvan “tribunas políticas”. Axel Kicillof intentó mostrar otra cara a una cuestionada Legislatura por sus largos parates. Pero esa idea quedó en el camino. Tras el traspié severo en el tratamiento, allá por enero antes de la cuarentena, de la Ley Impositiva, donde Juntos por el Cambio hizo valer su mayoría en el Senado e introdujo modificaciones, levantó el pie del acelerador y poco a poco congeló al Parlamento. Esa derrota política hizo que el kicillofismo midiera bien su estrategia antes de activar cualquier debate legislativo, sobre todo en una Cámara Alta adversa, donde no se pudo o no se quiso romper el bloque que dice responder a Vidal. La cuarentena vino bien, se paró todo y durante semanas no se habló de generar ninguna sesión. Oficialismo y oposición estaban cómodos con ese estadio. Pero los ojos de la ciudadanía bonaerense y la parcial actividad que mostró Diputados de la Nación con Sergio Massa a la cabeza, hizo que desde Cambiemos tímidamente comenzarán a pedir la realización de sesiones. Con el pasar de los días y ante las demoras para encontrar las formas, la oposición se olvidó que el 2019 congeló el parlamento y salieron a viva voz a clamar por sesionar. Acomodamientos.
Hasta hace poco, desde Gobernación repetían que “no había apuro para sesionar”, pero el camino parecía irreversible: había que hacerlo. Los otros bloques opositores en Diputados (Cambio Federal y 17 de Noviembre) se sumaron a los pedidos. Además, dato no menor, ni en el Senado, ni en Diputados están conformadas las comisiones, lo cual significa que más allá de las presentaciones de proyectos (gran parte sobre la temática del coronavirus y la cuarentena), ni siquiera pusieron primera para ser tratadas. Se viene la primera sesión y toda la población bonaerense espera que sea la primera de varias, no la que oficie solo para cumplir. El escenario requiere una Legislatura en funcionamiento, obviamente con todos los recaudos necesarios, tanto para los legisladores, como pasa asesores y cualquier trabajador. Son muchos los tableros que tienen que ser observados, analizados, tratados. La pandemia no solo es una cuestión sanitaria, sino económica. Si bien todos los sectores políticos coinciden que Alberto Fernández en Nación y Kicillof en la Provincia, están “manejando bien” este escenario, los daños colaterales requieren de atención y formulación de políticas de contención, sobre todo en la cuestión económica. Hay sectores duramente golpeados por el parate de la cuarentena. Desde el monostributista al autónomo, los comerciantes, los clubes deportivos, los cuentapropistas, entre otros. La Legislatura está para actuar en tiempo de crisis, es ahí donde más tiene que demostrar. El deber ser.
La Legislatura no solo está para aprobar, o no, proyectos que envié el Ejecutivo de turno. Está para monitorear el papel del gobierno, para pedir informes, para colaborar, para que su voz sea escuchada, para mostrar problemas que quizá no se están observando y cada legislador está para representar a su sección y velar por sus intereses. Se viene la hora de la política, que la pandemia no nos quite la política. La Legislatura seguirá teniendo un Senado bipolar con dos espacios políticos que tendrán que ponerse de acuerdo: Juntos por el Cambio con sus 46 senadores y mayoría propia, y el Frente de Todos con sus 20 bancas. En Diputados, se sabe, el abanico es más variado, en esa cámara el Frente de Todos tiene 45 bancas, Juntos por el Cambio 38, Cambio Federal cinco, 17 de Noviembre dos y están los monobloques del Frente de Izquierda y Partido FE. Las formas cambian, hay un antes y después del coronavirus, dicen todos. La Legislatura no escapa a esa realidad. Los acuerdos, la rosca, las votaciones -mientras dure la cuarentena-, se tendrán que hacer de forma distinta a la tradicional. Siglo XXI, la tecnología es una gran herramienta para llevar a cabo esos propósitos. Será raro, será incómodo, será distinto, pero existe una necesidad imperiosa de una Legislatura en funcionamiento. Datito final, legislador que falte y no esté sentado en su banca virtual, tendrá que pensar una muy buena excusa, porque estamos todos en cuarentena.
Por Juan Alfaro (ALFA)
Fuente: ANDigital