La pulseada por la conducción del PJ Bonaerense ya comenzó y expone, con crudeza, la interna que atraviesa al peronismo provincial. Entre las alternativas que hoy concentran el debate aparecen Verónica Magario y Federico Otermín, dos dirigentes que representan polos enfrentados: el kicillofismo y el cristinismo.
Mientras Axel Kicillof impulsa a la vicegobernadora como opción propia, los sectores alineados a Máximo Kirchner promueven al intendente lomense como prenda de unidad. La disputa, inevitablemente, vuelve a tensar la relación entre el Gobernador y la familia Kirchner. El clima se recalentó luego de una frase contundente que surgió desde el núcleo duro de Kicillof: “No le vamos a dar el PJ a Máximo ni a ningún aliado de él”.
El mensaje, dirigido al sector de La Cámpora, apuntó directamente contra Otermín, quien además mantiene diálogo fluido con Martín Insaurralde y los armadores históricos del kirchnerismo en la Provincia. En el Movimiento Derecho al Futuro (MDF), el espacio más chico y cerrado de Kicillof, ya tomaron la decisión de dar todas las batallas políticas pendientes.

El ministro de Gobierno, Carlos Bianco, funcionó como vocero de esa estrategia. En declaraciones radiales, afirmó que muchos dirigentes podrían asumir la conducción del partido, pero deslizó que Magario es la figura que mejor representa los intereses del Ejecutivo bonaerense. El mensaje no pasó desapercibido: fue el primer guiño público hacia la vicegobernadora como posible presidenta del PJ.
En el entorno de Kicillof aseguran que el gobernador no quiere conducir el partido, pero sí pretende que la presidencia quede en manos de alguien de su confianza. Magario, que viene ganando peso en el círculo político más cercano al mandatario, aparece como la opción predilecta. Para el kicillofismo, además, la única manera de avanzar hacia una recomposición interna es a través de elecciones abiertas a la militancia peronista.
La resistencia hacia Máximo Kirchner es total. En el MDF consideran que no debe continuar en la presidencia ni imponer su entorno. Sostienen que la figura del diputado no representa unidad sino un sector específico, y que el peronismo bonaerense necesita una conducción que recupere volumen propio. La continuidad de Máximo, aseguran, se habría instalado más como una maniobra de negociación que como un deseo real de permanecer en el cargo.

Del otro lado, los intendentes que orbitan alrededor del cristinismo promueven a Otermín. El jefe comunal de Lomas de Zamora se posicionó en el centro de la discusión tras su rol en la negociación electoral y su vínculo histórico con La Cámpora. Su nombre aparece como alternativa para un acuerdo que permita ordenar al PJ sin profundizar la fractura interna, aunque cerca de Kicillof desconfían de esa “unidad” que promueve el camporismo.
Otra figura que volvió a aparecer en las charlas de los jefes territoriales es Federico Achával, intendente de Pilar, quien viene sonando desde hace un año para ocupar cargos de relevancia partidaria. Si bien hasta ahora no pasó de ser mencionado, algunos lo ven como un dirigente capaz de tender puentes entre sectores enfrentados, aunque sin un sostén político claro que lo impulse con fuerza.

Mientras tanto, la posibilidad de convocar a elecciones internas crece entre varios actores del peronismo bonaerense. Desde La Plata insisten en que el PJ necesita un proceso democrático real que permita ordenar el liderazgo. “Puede haber sillazos y discusiones, pero necesitamos que la gente vote”, resumió un dirigente histórico, consciente de que el partido lleva años esquivando cualquier competencia interna.
El calendario aprieta. La renovación de autoridades debería realizarse entre febrero y marzo, por lo que antes de fin de año o en los primeros días de 2026 deberá definirse el mecanismo de elección. Con un peronismo atravesado por tensiones, reproches y reacomodamientos, el PJ Bonaerense se convirtió en el nuevo escenario donde se mide, una vez más, la distancia entre Axel Kicillof y los Kirchner.