La Unión Cívica Radical (UCR) bonaerense atraviesa una nueva tormenta interna. Con los mandatos de la Convención y el Comité de Contingencia a punto de vencer, los distintos sectores del partido se encuentran en una negociación contrarreloj para evitar que la crisis derive en una intervención del Comité Provincia. En el centro de las discusiones aparecen Miguel Fernández y Pablo Domenichini, responsables de la transición partidaria y hoy blanco de cuestionamientos desde el abadismo y el possismo.
La reunión convocada para este jueves busca ser un último intento de consenso. Según comunicados oficiales, tanto la Convención como el Comité de Contingencia sesionarán en modalidad mixta, presencial y virtual, con el objetivo de definir una salida institucional antes del 31 de octubre, fecha en que caducan sus mandatos. El riesgo de quedar acéfalos, sin conducción reconocida ni marco legal, encendió las alarmas dentro del radicalismo.
La raíz del conflicto se remonta a las elecciones internas de octubre de 2024, cuando las listas de Unidad Radical y Futuro Radical se enfrentaron en una contienda que terminó judicializada. La Cámara Nacional Electoral aún no resolvió las impugnaciones presentadas, lo que paralizó la renovación de autoridades y llevó a conformar órganos provisorios para sostener el funcionamiento partidario. Pero el tiempo pasó, y la provisionalidad ya agotó su crédito político.

Ante ese escenario, los sectores enfrentados barajan alternativas. Una de las opciones que se discute es la prórroga de los mandatos de Fernández y Domenichini hasta marzo, mientras se convocan nuevas elecciones en los distritos donde la Justicia ordenó repetir los comicios. Sin embargo, desde el abadismo y sus aliados possistas surgió una propuesta más radical: pedir la renuncia de ambos dirigentes y forzar una nueva conducción transitoria. Paradójicamente, a 42 años de la vuelta a la democracia, la UCR provincial enfrenta una crisis interna difícil de subsanar.
El argumento de quienes impulsan esa movida apunta a la “floja performance electoral” de los espacios referenciados en Fernández y Domenichini durante los comicios provinciales de septiembre y octubre. Acusan además a ambos de haber mantenido una postura tibia frente a la conducción nacional del partido y de no haber sabido ordenar las filas en plena disputa con los libertarios. “No se puede liderar un partido dividido y sin rumbo”, lanzó un dirigente del possismo en reserva.

Sin embargo, el propio peso de los números parece jugar en contra de cualquier intento destituyente. En ambos órganos provisorios, el abadismo no tendría los votos suficientes para imponer su postura. Por eso, durante las últimas horas, se multiplicaron los llamados y los contactos informales para construir una salida consensuada que evite un nuevo capítulo de fractura interna. “Si no hay acuerdo, corremos el riesgo de la intervención del Comité Nacional”, reconoció un dirigente histórico.
Mientras la Justicia sigue sin definir las impugnaciones, la UCR bonaerense transita otra encrucijada de esas que parecen marcar su ADN. Nadie quiere quedar como responsable del naufragio institucional, pero todos mueven las piezas con estrategia de campaña. En La Plata, el escenario radical combina una dosis de urgencia, desgaste y cálculo político. En palabras de un viejo militante boina blanca: “Las internas pasan, pero las heridas duran más que los mandatos”.