El resultado electoral del 26 de octubre marcó un punto de inflexión para el oficialismo bonaerense y diagramó un Congreso más accesible para el Gobierno nacional. En menos de dos meses, el espacio perdió 14 puntos frente a los libertarios y pasó de una victoria cómoda a una derrota que golpeó su estructura histórica. El cambio no solo se explica por el humor social o la polarización nacional, sino también por transformaciones profundas en el modo de votar, entre ellas la incorporación de la Boleta Única en Papel (BUP), que debutó en esta elección.
El nuevo sistema electoral, resistido durante toda la campaña por los referentes de Fuerza Patria, funcionó sin mayores inconvenientes y alteró el tradicional dispositivo territorial que el peronismo había sabido dominar durante décadas. La BUP, que obligó a los votantes a marcar con una cruz el candidato de su preferencia, redujo el margen de acción de las estructuras partidarias y dio lugar a una competencia más equilibrada entre fuerzas.
Mientras que en el oficialismo provincial advertían que el nuevo mecanismo podía generar demoras y confusión, la jornada transcurrió con normalidad. Desde la Cámara Nacional Electoral destacaron que “la BUP superó las expectativas” y que “garantiza igualdad de condiciones entre los partidos”. En cambio, el gobernador Axel Kicillof cuestionó nuevamente el formato y defendió el sistema tradicional de boleta partidaria, al considerar que “es más económico y asegura la transparencia de los comicios”.
Sin embargo, la derrota no puede explicarse solo por la boleta. Dentro del peronismo reconocen que otro factor clave fue el miedo al caos. La idea de que una derrota amplia del oficialismo podría desatar una crisis de gobernabilidad nacional llevó a que sectores moderados del electorado se inclinaran por opciones libertarias. Ese voto de “orden” o “estabilidad”, según admiten en despachos bonaerenses, tuvo un impacto directo en los distritos más grandes del Conurbano.
A la vez, el voto extranjero también se convirtió en una variable silenciosa pero decisiva. En la elección de septiembre, los inmigrantes, habilitados a participar en los comicios bonaerenses, pero no en los nacionales, representaron un caudal estimado de dos puntos, históricamente favorable al peronismo. Su ausencia en la elección general de octubre redujo la base de apoyo en zonas urbanas con fuerte presencia migrante, como La Matanza, Quilmes o Lomas de Zamora.
El oficialismo también sufrió la dispersión interna del voto. Varias listas de orientación filo peronista, que decidieron competir por fuera de Fuerza Patria, sumaron casi ocho puntos entre todas. Provincias Unidas, de Florencio Randazzo, alcanzó el 2,4%; Unión Federal, encabezada por Fernando Gray, obtuvo 0,9%; Propuesta Federal, de Fernando Burlando, 2,8%; y Nuevo Buenos Aires, de Santiago Cúneo, 1,3%. En conjunto, esos espacios erosionaron el caudal del PJ en la provincia.
La derrota dejó heridas abiertas y reavivó la interna dentro del peronismo bonaerense. Dirigentes de La Cámpora salieron a cuestionar la estrategia de Kicillof y recordaron que Cristina Kirchner se había opuesto al desdoblamiento electoral. “Cristina tenía razón”, repiten cerca de Máximo Kirchner, apuntando a que la separación de las fechas provinciales y nacionales debilitó la tracción del voto.
El Gobernador, por su parte, defendió la decisión y sostuvo que la estrategia buscó “cuidar la gestión bonaerense y evitar que se mezcle con la discusión nacional”. No obstante, en los municipios la sensación es de malestar: varios intendentes reclamaron no haber sido consultados y cuestionaron la falta de coordinación en la campaña posterior a septiembre. “Hubo menos calle, menos presencia y menos convicción”, admitió un jefe comunal del Conurbano.
En el cierre del domingo, el diagnóstico fue unánime: el peronismo bonaerense perdió el control de su territorio histórico. Entre la boleta única, la división interna y el cambio de comportamiento electoral, el partido que supo dominar la provincia durante cuarenta años enfrenta un nuevo escenario. Y mientras Milei y su hermana Karina celebran un triunfo que consolidó su poder, en el PJ ya se preparan para una autocrítica profunda que marcará el rumbo hacia 2027.