sábado, 24 de mayo de 2025 - Edición Nº3159
Cronos Noticias » Sociedad » 22 may 2025 16:31

Espiritualidad y turismo

Destinos bonaerenses: Almirante Brown y Carlos Pellegrini alojan capillas únicas, atractivas e históricas

La capilla Santa Marta, en el pueblo de Bary, fue bendecida en mayo de 1911 por monseñor Gregorio Romero y apadrinada por Marta De Bary de Vedoya, un edificio invaluable emblema del territorio, mientras que El Pequeño Cottolengo Don Orione, nació el 28 de abril de 1935, en Claypole y se convirtió en un lugar de paz para los fieles religiosos y un espacio de amor.


  • Destinos bonaerenses: Almirante Brown y Carlos Pellegrini alojan capillas únicas, atractivas e históricas

Los partidos bonaerenses de Carlos Pellegrini y Almirante Brown, guardan en su interior capillas que guardan una profunda historia, y que además de ser valores tradicionales locales para los fieles religiosos, son puntos de interés turísticos.

Las capillas no buscan deslumbrar. Pero hay algo que las vuelve eternas. Quizás sea el ladrillo visto o la pintura descascarada por los inviernos. Quizás los bancos de madera que crujen o el portón que apenas se abre. Lo cierto es que tienen alma. No como las postales de catedrales imponentes, sino como los objetos heredados: imperfectos, únicos, entrañables.

Solitaria, como si ella lo hubiera deseado así desde su construcción, emerge la capilla Santa Marta, en el pueblo de Bary, a 15 kilómetros de Pellegrini. Fue bendecida en mayo de 1911 por monseñor Gregorio Romero y apadrinada por Marta De Bary de Vedoya. 

En 1910, año centenario de la Revolución, llegó a Argentina la infanta Isabel de Borbón, quien fue alojada en la residencia de Teodoro De Bary, fundador de la localidad. Enterada de que éste impulsaba la construcción de un pequeño templo decidió regalarle uno de los cinco vía crucis tallados y pintados en madera existentes, una pieza única de alto valor histórico, y dos cuadros que colocaron en el momento de la inauguración.

Un lugar de encuentro, de fe, de un pueblo que creció de la mano de trabajadores que hicieron propio este territorio y lo forjaron día a día con esperanza y compromiso, pensando en el bienestar de los suyos y sus pares.

“Es un edificio de estilo gótico protestante, emplazado en el medio de un terreno que De Bary había destinado como plaza. En su interior guarda el mobiliario que también donó su fundador y la imagen de la virgen Santa Marta considerada patrona de las amas de casa y empleadas domésticas”, señalaron desde Turismo local.

El edificio carga muchos años y se compone de las afecciones que recibió debido al paso del tiempo, su desatención por varios períodos, el vandalismo en momentos de abandono, y aun así, mantiene su estado original en infraestructura.

“El compromiso de un grupo muy reducido de fieles logró recomponer el estado del terreno, con propuestas como las tradicionales fiestas patronales o eventos sociales que atraigan a la población para solventar la existencia de esta joya histórica” , agregaron.

El Pequeño Cottolengo Argentino de Don Orione, en Brown

Algunas están escondidas entre árboles. Otras al costado de una ruta secundaria, muchas están cerradas, pero se intuyen vivas. Porque alguien dejó una flor seca, una vela derretida, una cinta atada al picaporte. Señales de fe, de promesas hechas sin testigos, de historias que no necesitan ruido para ser reales, como esta capilla nacida el 28 de abril de 1935, en Claypole, a 30 kilómetros de Capital Federal.

La generosidad de terratenientes mujeres permitió crear este templo íntimo de fieles. Donaron más de 220 hectáreas. El día de la inauguración, asistió el entonces presidente de la Nación, Agustin. P Justo, quien compartió la colocación de la piedra fundamental, marcando así, el inicio de un proyecto trascendental:

“El Cottolengo Don Orione fundado por San Luis Orione, es un gran ejemplo regional de obra caritativa con inclusión social”, contó Morina Sanz, directora de Turismo de Almirante Brown.

Es la fe de los pueblos chicos, la capilla es más que un edificio. Es parte del tejido. Un espacio que marca el calendario, que organiza los silencios y también las celebraciones. No hace falta ser creyente para sentir su peso.

Basta con entrar, respirar hondo y escuchar, porque en esos metros cuadrados cabe una comunidad entera. “Se erige como un espacio de amor y cuidado, alberga a pobres y personas discapacitadas, esta institución es el testimonio concreto del compromiso perdurable con el bienestar de los más necesitados” , agregó la funcionaria.

Más que templos, archivos vivos. Lugares donde cada grieta del revoque es una línea de tiempo, donde cada imagen de yeso tiene detrás una historia que no figura en los libros. Lugares donde lo sagrado y lo cotidiano se abrazan sin escrúpulos. “Es una familia edificada sobre la fe que vive del fruto de un amor inextinguible, en el Pequeño Cottolengo se vive alegremente, se reza y trabaja”, aseguró.

Cuando se vuelve de estos caminos, algo se trae. No souvenirs. Tampoco folletos. Se trae una sensación. De haber visitado otra época sin salir del presente. Como tocar con la punta de los dedos una parte de la Provincia que no grita, pero que sigue hablando. Las capillas de Carlos Pellegrini y de Almirante Brown no piden ser vistas. Pero si uno se detiene a mirarlas no las olvida jamás.

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