El 15 de marzo de 2015, en la convención radical de Gualeguaychú, se gestaba la partida nacimiento de la coalición política que nuclearía al PRO de Mauricio Macri, la UCR y el partido de Elisa Carrió bajo el sello “Cambiemos”.
Ocho años después de aquella exitosa ingeniería política y electoral, la coalición tambalea y son varios los que se animan a aventurar una fecha de vencimiento.
La supervivencia de Juntos por el Cambio está supeditada a lo que ocurrirá el 22 de octubre. Si Patricia Bullrich no ingresa en el balotaje, la suerte de la coalición parece estar echada.
En los comicios primarios, Juntos por el Cambio finalizó en segundo lugar a nivel espacio, pero tanto en el partido amarillo como en las filas radicales reina el escepticismo y hasta la desazón por el venidero desenlace electoral.
La irrupción de Javier Milei sumada a los errores no forzados de Bullrich –tanto en sus declaraciones como su desempeño en el debate presidencial- explican un desánimo en la campaña que nadie oculta.
“Generaría tristeza terminar así”, deslizó a CRONOS una voz autorizada que conoce la dinámica operativa de Juntos por el Cambio.
Por si fuera poco, un nuevo coqueteo de Mauricio Macri con el libertario acrecentó aún más la tensión y obligó a Bullich a tener que pronunciarse al respecto. Más efusivo fue José Luis Espert: “Que Macri se afilie al partido de Milei”.
Menos de 20 días restan para las elecciones generales. El riesgo de una ruptura está latente en Juntos por el Cambio si la performance de Bullrich no es la deseada, pero es una verdad de perogrullo que en público nadie tirará la toalla.
En el comando de campaña sostienen que todavía hay tiempo para reforzar la presencia en el territorio. Falta un debate presidencial y, si el escándalo de Martín Insaurralde sigue calando hondo, en la coalición se entusiasman con poder capitalizar los pasos en falso del oficialismo.
Por Nicolás S. Alonso