Condenados a la grieta perpetua

El veredicto contra una vicepresidenta en ejercicio representa un cambio de paradigma, y su revelación de que no será candidata en 2023, precipitó el debate electoral.

Múltiples lecturas pueden esbozarse sobre lo acontecido el último martes, tras conocerse una sentencia que deberá quedar firme en las siguientes instancias judiciales.

Resulta relevante detenerse en el accionar de la dirigencia política. Antes, durante y después del fallo, las dos principales coaliciones políticas del país se volcaron a las redes sociales para abrazar la grieta.

Por enésima vez, el negocio de la polarización extrema rindió con creces. Oficialistas despotricando contra “la mafia judicial”, opositores exultantes por “el fallo histórico contra la corrupción”.

Una lógica similar había imperado 24 horas antes cuando salió a la luz el escándalo de los chats de Lago Escondido y quedó en evidencia que la imparcialidad de la Justicia está atada con alambres.

Lo mismo ocurrió la semana anterior en la Cámara de Diputados de la Nación, con insultos, bravuconadas y gestos obscenos en el recinto de la casa de leyes.

O bien vale citar el intento de asesinato de la vicepresidenta el pasado 1 de septiembre. La gravedad inusitada del ataque y la investigación posterior quedaron fagocitados por la grieta.

La película es la misma desde hace un largo tiempo: oficialismo y oposición comportándose como facciones dispuestas a trenzarse en una contienda donde su agenda está en las antípodas de las demandas de la ciudadanía de pie.

Por Nicolás S. Alonso