Bitácoras bonaerenses
¿Un peronismo “unido” sin Cristina?
La aldea peronista vuelve a poner en eje de discusión la “unidad” con o sin Cristina. La foto de intendentes con Pichetto. El rol de CFK. El objetivo 2019.
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Por Juan Alfaro (ALFA) | ANDigital
El veredicto de las urnas habló, se hicieron escuchar, es la voz del pueblo, la decisión de una primera minoría, en democracia es lo que vale. Se terminaron las especulaciones, las conjeturas y la verdad, le guste a quien le guste, ha hablado. De la mano de María Eugenia Vidal, “Súper Vidal”, Cambiemos tiñó de amarrillo la provincia de Buenos Aires. Una victoria contundente, sin lugar a dudas. Vidal ratificó el mote que se ganó el 2015, el “Huracán Vidal”, ratificó que es una máquina electoral imbatible en el terreno bonaerense y quien llevó a Cambiemos al triunfo dos veces en “la madre de todas las batallas”. Sin la hiper presencia de la gobernadora en la campaña, sin su omnipresencia y el extenso raid en los medios periodísticos que hizo en las PASO y en las legislativas, la suerte de los candidatos del oficialismo hubiera sido distinta. Vidal derrotó a Cristina Fernández de Kirchner, en compañía de un equipo de candidatos a los cuáles llevó de la mano a las pocas horas del cierre de listas del 20 de junio. Es cierto, no fue candidata y su rostro no estuvo en la boleta. Pero no fue necesario, la presencia de Vidal como la “candidata” informal fue lo que llevó a gran parte de los bonaerenses a meter la boleta de Esteban Bullrich y Gladys González en la urna. Algunos comparan a Vidal con el aura que tenía Daniel Scioli como gobernador y los altos porcentajes de aprobación que tenía o incluso su gran reelección. Pero más allá de esa analogía, Vidal rompió con el cerco e hizo lo que el exmotonauta no pudo hacer: trasladar sus votos e imagen a sus candidatos. La ratificación de la máquina electoral.
El 22 de octubre culminó la crónica de una derrota anunciada. Desde el estrecho triunfo de Cristina en las PASO (papelón del gobierno con la carga de datos incluido), los augurios y los análisis, sumado a una batería mediática desplegada desde las corporaciones de medios, cimentaron un clima de triunfo de Cambiemos en la provincia, de la mano del efecto polarización y el anti-kirchnerismo que existe en gran parte de la población bonaerense. Pese a los esfuerzos de la expresidenta, la concesión de entrevistas en canales hostiles y una recorrida más ardua de campaña, no alcanzó para lograr el triunfo y seducir a votantes de Sergio Massa o Florencio Randazzo a votar por Unidad Ciudadana. Con 98,97 % de mesas escrutadas, Esteban Bullrich y Gladys González obtienen 41,35 % de los votos en la categoría senadores nacionales, contra 37,27 % de Cristina de Fernández de Kirchner y Jorge Taiana. Cambiemos sacó poco más de 3,8 millones de sufragios versus los 3,4 millones de la expresidenta y el excanciller. Dato no menor, en las PASO Cristina obtuvo 3.229.194 de votos, lo que representó el 34,27%, contra 3.208.870 del exministro de Educación, que equivale al 34,06 %. De la mano de Vidal, Cambiemos ganó en siete de las ocho secciones electorales (en las PASO había ganado en seis). Además, el oficialismo se alzó con los laureles en 112 municipios, contra 23 para Unidad Ciudadana; Massa y Randazzo no ganaron en ninguno. En las PASO, Vidal-Bullrich ganaron en 101 distritos, Unidad Ciudadana 30, 1 País 2 y Cumplir 2. La contundencia de los porcentajes.
Cambiemos derrotó finalmente a Cristina, le ganó en la provincia de Buenos Aires, derrotó a la figura más emblemática del kirchnerismo, a ella y a todos los intendentes del Conurbano que pidieron y se apostaron en su candidatura. A ella, a Massa y a Randazzo: a todo el peronismo bonaerense. De la mano mágica de Vidal y las victorias en las trece provincias, el oficialismo triunfó y ahora, incluso, puede comenzar a hablar seriamente de las reelecciones de Mauricio Macri y Vidal. En el peronismo bonaerense, hay quienes incluso dan por hecho un nuevo mandato de “Mariu” y ante el nuevo cachetazo electoral, se resignan a soñar con pelear la presidencial. Cristina apostó, perdió y el mapa electoral demostró que existe un alto porcentaje que tiene un sentimiento anti-K a la hora de votar. También demostró que conserva un piso alto y un techo bajo, pero su bastión fuerte sólo es la 3ra Sección Electoral, territorio que será el de la resistencia con aguante. Seguramente, en el Congreso tendremos a una CFK activa, con todas las cámaras sobre sus movimientos y discursos, pero también, ha llegado la hora de las verdaderas autocríticas. Si bien la expresidenta demostró atisbos de cambio en este periodo electoral, en la forma de hacer campaña y sobre todo en hablar de temas que antes no habló en las entrevistas que concedió, la verdadera autocrítica será la que se haga sobre el tablero presente y el futuro, que por ahora no solo tiene nubes grises en el horizonte. Es cierto que -como dijo en su discurso del domingo- “Unidad Ciudadana emerge como la oposición más firme a este gobierno”, pero también es cierto que no alcanza para fantasear con volver a sentarse en los Sillones de Rivadavia y Dardo Rocha. El sabor amargo de la derrota.
La derrota de Cristina no es una derrota individual como algunos “iluminados” peronistas quieren hacer creer. El peronismo nuevamente está encerrado en un dilema existencial. Ya se dijo, “Súper Vidal” le ganó a Cristina, Massa, Randazzo y a todo el peronismo bonaerense, más allá de la particularidad de ir por distintos espacios. El peronismo está en shock, ni la Liga de Gobernadores ni los “nuevos” líderes pueden sentarse sobre la mesa peronista e imponer su liderazgo de cara al 2019. A nivel nacional, incluso, Cristina tiene más votos numéricos, pero perdió. Massa aún no enfrenta la realidad y le cuesta entender que su ancha avenida del medio fue sólo un espejismo: no pudo ganar ni en Tigre (salió tercero). Randazzo, preso de su soberbia, dejó pasar nuevamente el tren y su capricho lo llevó a pelear mano a mano con el Frente de Izquierda y rogar a todos los dioses por no quedar quinto. Al final, la aventura del chivilcoyano, que tampoco pudo ganar en su terruño, fue el ser el “candidato muleto de Vidal”, como lo denominaron varios intendentes del Conurbano. Afuera de las fronteras bonaerenses, el “mejor perfilado”, el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey -amigo de Cambiemos y con “discurso peronista de época” (de centroderecha) sufrió su propio cachetazo electoral y su perfil quedó debilitado. La nueva “Ola Amarrilla” le pegó una trompada a cada peronista que asomaba con perfil de nuevo líder. Esa es la crisis de un peronismo que en su esencia y matriz siempre necesitó de un conductor. Cuentan varias fuentes, que en Río Gallegos, semanas antes de los cierre de listas, Cristina (que aún no era candidata) mantuvo un cónclave con la cúpula del Movimiento Evita. En una de las reflexiones, la ahora senadora nacional electa confesó que creía que Cambiemos iba a ganar las elecciones de este 2017 y que tenía serias chances de ganar las del 2019. En medio de la sorpresa de los asistentes, deslizó que el peronismo tenía que empezar a pensar en un armado futuro de cara al 2023. El resto de la historia ya es conocida, los egos y las diferencias calaron hondo en la tribu peronista que tiene que volver a masticar la bronca de perder en la provincia que lo vio nacer. Cimbronazo general.
“La candidatura de Cristina fue como el tercer regreso de Bianchi a Boca”, se escuchó decir en más de una tertulia periodística. En el kirchnerismo/peronismo muchos posaron sus análisis similares a esa analogía. Pero al calor de los resultados y vistos de otra forma: ¿Sin Cristina el peronismo hubiera ganado o perdido por menos diferencia? Las muestras más reales sostienen que sin Cristina candidata, con Randazzo como candidato de Unidad Ciudadana, tras ganarle las PASO a algún otro, el peronismo se arriesgaba a una derrota catastrófica en la Provincia. Esa lectura hicieron los intendentes del Conurbano y por eso fueron a pedirle a Cristina que sea candidata. Al mismo tiempo, la figura de CFK seguirá siendo un paredón para cualquier surgimiento de otro líder que herede ese tercio de la población que acompaña fielmente al kirchnerismo y que además pueda volver a unir al peronismo. “Si en el 2019 soy un obstáculo para ganar las elecciones, no tengan dudas de que me excluyo”, avisó en la primera entrevista que dio en la campaña. Quizá una reflexión que es una muestra del escenario que ahora está gestado. Dilemas que comenzaron en 2015.
La aplastante victoria de “Súper Vidal” y Cambiemos no solo trajo la derrota de Cristina y el nuevo cachetazo al peronismo, sino la conformación de una Legislatura bonaerense donde el oficialismo sumó bancas que le permiten trazar otros horizontes. En el Senado provincial, Cambiemos conformará un bloque de 29 legisladores, que tendrán quórum propio y están a solo dos escaños de los dos tercios. En Diputados, el oficialismo tendrá una bancada de 43 diputados, a solo cuatro de la mayoría simple. Datos no menores, ya que esta situación hace que –a diferencia del 2015 y 2016- Vidal no necesite de aliados para impulsar y aprobar proyectos que tenga en carpeta. En varios despachos del oficialismo, hay más de uno que observa, por ejemplo, que el proyecto para dividir La Matanza el 2018 “puede ser una realidad”, como así también partir Lomas de Zamora o Almirante Brown. Esto, a modo de ejemplo, con una premisa que manejan los halcones del macrismo, quienes quieren desterrar por completo al peronismo en la provincia de Buenos Aires. Se viene el periodo de la hegemonía del Vidal y su tropa en el parlamento bonaerense. Un día después de la elección, la Gobernadora aclaró: “Entendimos el mensaje, no queremos que esto sea un cheque en blanco y vamos a seguir trabajando con toda la humildad para resolver los problemas”. Pero en política se busca la hegemonía sobre el otro, y la elección legislativa buscó bancas para tener más manos listas para aprobar proyectos que requiera el Ejecutivo.
Al peronismo no le va a quedar otra que unirse en un solo frente o jugar con el riesgo de la balcanización permanente.
Fuente: ANDigital
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