Por CRONOS
La intrincada trama electoral de la Provincia de Buenos Aires desplegó sus actos, cada uno marcado por tensiones palpables. La rosca política, ese arte gris de negociaciones y estrategias, y los desacuerdos, cual nudos en una cuerda tensa, tejieron la escena. En el centro del cuadrilátero, la interna peronista irrumpió como un volcán subterráneo, mientras que el eco del descontento opositor resonó en los pasillos, clamando por un diálogo que nunca llegó.
En un pulso con el ala cristinista, que se extendió hasta los primeros días de abril, Axel Kicillof, con un movimiento estratégico, firmó, el 7 de abril, el decreto que separó el destino de las elecciones bonaerenses de la contienda nacional, fijando su propia fecha para el 7 de septiembre. Pero esta jugada no apaciguó las aguas. La suspensión de las PASO, cual moneda lanzada al aire, y la danza incierta de las fechas del cronograma electoral abrieron nuevos frentes, donde la incertidumbre se erigió como la sombra dominante en este complejo tablero.
La supresión de las Primarias tuvo su propio relato de forcejeos, con el kicillofismo y el cristinismo midiendo fuerzas en un duelo silencioso. Finalmente, la voz de mando de Cristina encauzó a sus filas, y el lunes 27, la Cámara de Diputados convertiría en ley la suspensión de las PASO. Sin embargo, el texto que cruzó el umbral del Senado llegó sin las alteraciones en los plazos que Kicillof y la Junta Electoral habían marcado como cruciales.
Ahora, los plazos del calendario electoral tomaron el protagonismo de una discusión minuciosa e intensa en el corazón de la Provincia de Buenos Aires. El cristinismo, en su cruzada contra la administración Kicillof y con el apoyo de un sector opositor, insistió en la letra de la Ley Electoral (N°5109), que estableció un margen de 60 días previos para la presentación de alianzas, 30 para los candidatos y 20 para la oficialización de las boletas.

Pero la visión de Kicillof dibujó un panorama distinto. En el proyecto que deslizó hacia el Senado, y que no encontró eco favorable entre “propios” y ajenos, propuso extender esos plazos a 80 días para las alianzas y 70 para las candidaturas.
La Junta Electoral, con la autoridad que le confiere su rol, también alzó su voz para pedir una reconfiguración de los tiempos. A través de dos misivas que surcaron los despachos del presidente de Diputados, Alexis Guerrera y la titular del Senado, Verónica Magario hace apenas ocho días, sugirió un margen de 50 días para la presentación de candidatos y 30 para las boletas.
En la Legislatura, el pulso de la discordia y los reclamos silenciosos
Como una constante en este año electoral, la Legislatura vibró con las ondas de tensión, los murmullos de enojo y la telaraña de la rosca política. Las fechas del cronograma electoral se transformaron en el campo de batalla donde cada actor movió sus piezas con cautela. Tras el revés en el Senado, que encendió la furia de Kicillof hacia el cristinismo, el Gobernador intentó que Diputados revirtiera el resultado, buscando aprobar los cambios junto con la suspensión de las PASO.
Pero la jugada no alcanzó la meta. Por ahora, el lunes solo tendría luz verde para la suspensión de las PASO, con un respaldo mayoritario donde solo la izquierda y la diputada, Lucía Klug (ligada a Juan Grabois), mostrarán su disidencia. El cronograma no entró por la falta de adhesión a las modificaciones de los plazos, tanto en las filas de Unión por la Patria como en la oposición.
Esta nueva contienda desplegó múltiples aristas y reclamos. La pulseada entre el kicillofismo y el cristinismo siguió su curso, pero también se hizo sentir el malestar en la oposición y en sectores del oficialismo, quienes señalaron una notoria “falta de diálogo” por parte de la Gobernación al abordar estos asuntos.

Según pudo saber CRONOS, En los pasillos de la Legislatura consideran que “no hubo articulación y tanteo de los votos en el Senado” para aprobar los plazos que pedía Kicillof.
“Hay una falta de experiencia de Calle 6 y una clara falta de planificación”, fue el diagnóstico que compartieron, con una llamativa coincidencia, voces de la oposición y del oficialismo en sus respectivos despachos.
No pasó inadvertido que los bloques opositores no solo elevaron su queja por la “falta de convocatoria al diálogo”, sino que también mostraron su incomodidad ante las presiones emanadas desde el Ejecutivo bonaerense. “Queremos entender las razones detrás de los cambios que propone Kicillof, no solo acatar directivas sin fundamentos”, afirmó un legislador opositor.
En otros despachos, incluso surgieron conjeturas sobre un posible proyecto propio que Kicillof podría enviar para forzar la modificación del cronograma. “Sería un proyecto ordenador”, argumentaron. Otros, con una pizca de sorna, lanzaron: “Creímos que Axel tenía asegurado el tanteo y apoyo necesario en el Senado para su proyecto”.
Por lo pronto, este nuevo capítulo de la saga electoral bonaerense reservó un nuevo acto. El próximo martes, la Comisión de Reforma Política y del Estado de Diputados que comanda el radical Emiliano Balbín, marcó en su agenda una reunión crucial para debatir los plazos de las elecciones. En este escenario, convocó al ministro de Gobierno, Carlos Bianco, a la actual presidenta de la Suprema Corte bonaerense, Hilda Kogan, y a la propia Magario, en su rol de presidente del Senado, en un intento por desatar el nudo de esta compleja situación.