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Cronos Noticias » Opinión » 24 ene 2017 23:38

Viajar al futuro para mirar el presente. Macri. El peronismo

Por Guillermo Justo Chaves*


  • Viajar al futuro para mirar el presente. Macri. El peronismo

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Por Guillermo Justo Chaves

Un sano ejercicio intelectual recomendado por grandes pensadores consiste en viajar imaginariamente en el tiempo, posicionarse en el futuro y mirar al presente como si fuera pasado. A veces las urgencias del aquí y ahora o el dispositivo comunicacional diseñado para conformar “el sentido común” no nos permiten analizar con lucidez la realidad del país, por lo que si nos vamos unos años para adelante, vemos el 2016 y estos días de 2017, podremos sacar algunas conclusiones.

La primera de ellas es que nos encontramos frente al tercer ciclo neoliberal en Argentina. El primero comenzó en 1976 con la dictadura militar, el segundo en los noventa con la década menemista y el gobierno de la Alianza siguiendo el Consenso de Washington y el tercero en 2016  a través de esta nueva “Alianza”, parte de esta ola que abarca a la región, tal como denunció con firmeza el Papa Francisco en su entrevista reciente al diario El País. Todos sabemos de qué manera terminaron las experiencias anteriores aquí. Ahora estamos siguiendo el mismo recorrido: ajuste, inflación, caída del consumo, destrucción de aparato productivo, aumento de la desocupación, ahora el decreto de ART y el camino de la flexibilización laboral, etc. El saldo de las dos primeras experiencias son conocidas: caos económico, político y social.

La segunda de las cuestiones que quedará marcada en los libros y que hoy es minimizada aquí –no en el mundo- es la cuestión de los Panamá Papers y el presidente Macri. Charlie Hebdo, la célebre revista francesa víctima del atentado en París, califica a la cuestión como “terrorismo fiscal” y pone a nuestro presidente -entre otros- en tapa. Hay mucho para decir pero la historia será implacable con esta burla a la credibilidad popular y por supuesto a la ley.

El tercer aspecto que marcará la época y que seguramente será motivo de investigaciones, pases de facturas y acusaciones, tal como ocurrió después de la dictadura y los gobiernos de Menem y De la Rúa será el endeudamiento externo sin precedentes. La toma de deuda para pagar a los buitres y tal como dijo el ministro Caputo para utilizar U$S 22.000 para financiar déficit nos ubica en ese imaginario futuro explicándoles a nuestros hijos el porqué de su destino hipotecado. A eso tenemos que sumarle los U$$ 16.000 que se fugaron en 2016, consecuencia de las políticas del Banco Central. Para colmo como una burla del destino, el buitre Singer, no sólo obtuvo lo que quería con creces sino que compró la aerolínea Avianca, que posiblemente comenzará a operar en cabotaje, que a su vez  ¡que coincidencia! había comprado MacAir la empresa de la familia del presidente.

La transferencia de recursos a los sectores más ricos y concentrados de la economía argentina será otro de los hitos recordados. La regresión o reversión en términos de distribución del ingreso ha sido fenomenal por volumen, por la velocidad y ferocidad de las medidas todas en un mismo sentido. Devaluación, quita de retenciones  a las mineras, al trigo y maíz, baja a la soja, quita de subsidios al transporte y a las tarifas de servicios públicos. De todo esto se ha hablado mucho pero ha tenido impacto directo, tiene y tendrá consecuencias indirectas continuas generando una sociedad cada vez más desigual, a contrapelo de la Argentina de clase media.

Dicho esto y volviendo al presente como hombres y mujeres de la democracia no nos permitimos dudar de la legitimidad del presidente ni del gobierno, a pesar de haber faltado a la palabra y estafado al pueblo en su contrato electoral a través de las mentiras de campaña sobradamente chequeadas. Sin embargo, viendo la ausencia de rumbo político claro -más allá de las medidas económicas propias del más rancio neoliberalismo tomadas en un primer momento por el ala triunfante en la interna con Prat-Gay, con miras a profundizarse -aunque ahora con Gonzalez Fraga al Banco Nación el gobierno se contradice a sí mismo-, uno se pregunta cuál es el proyecto político del PRO en su versión Alianza siglo XXI, “Cambiemos”.

Podemos comenzar desde el origen sosteniendo, y no en demérito de Macri, sino todo lo contrario reflexionando juntos. Hasta qué punto su recorrido no se trató de un proyecto personal sostenido en un complejo edípico resuelto finalmente -o no… “los 5 puntos de mi papá son los 10 de otro…” -, con su llegada  a la presidencia? Todos los políticos que llegan tienen mucho de esto, pero que dirían Freud y Lacan, o sus discípulos de la psicopolítica Zizek o la nueva figura el coreano-alemán Byung Chul Han sobre nuestro caso?

Es decir, un proyecto personal del cual todos conocemos la historia: Sevel (SOCMA), Boca, la Ciudad y la Presidencia. Pero un proyecto político requiere algo más que ese recorrido respaldado por el éxito electoral al que se fueron sumando en el camino muchos argentinos. Ese proyecto político donde se plasma una visión del mundo, brilla por su ausencia. Lo único que se percibe es la idea de llevar al país a un “modelo económico” que coincide con su pertenencia social y el discurso dominante del capitalismo global pero que choca con la cultura y el entramado productivo, laboral y social del país. Lo cierto es que, más allá del discurso de la muerte de los “grandes relatos”, los proyectos políticos se sostienen en una épica, un rumbo y un sujeto al cual interpelar. Al no existir eso se utilizan mecanismos vinculados a la antipolítica, algunos más conocidos como el miedo, que saca lo peor de las personas y otros métodos más actuales: el “big data”, las redes, la posverdad (versión siglo XXI de la mentira de Goebbels), el humor social volátil efímero y superficial, o el odio, pero siempre apelando a los sentimientos más egoístas.

Y como muestra clara de la falta de proyecto político lo vemos en las áreas donde el gobierno debe llevar adelante políticas públicas proactivas donde debe mostrar su sesgo o visión. Y allí encontramos la ausencia de política sanitaria, de política de identidad cultural, de industria cultural, o en materia de ciencia y tecnología. Como dijo un conocido sanitarista émulo de Carrillo -a modo de ejemplo- : “No puede haber proyecto de salud sin proyecto político”.

Lo que sí está es el intento de imponer el modelo económico neoliberal en su tercera versión vernácula. La salida de Prat Gay y la llegada de Dujovne priorizan el nuevo formato de la ortodoxia post-consenso de Washington estructurado alrededor de las “metas de inflación”. En lugar de priorizar “metas de empleo”. Sin embargo los primeros indicadores de 2017 no acompañan la predicción del presidente del Banco Central.

Con respecto a Dujovne, se presenta como un comentarista de la realidad diciendo “lo que hay que hacer” pero no de qué forma. Como diría Gramsci, “el optimismo de la voluntad”. Plantea bajar impuestos, reducir el déficit fiscal (dijo bajar el gasto público). Aumentar inversión en infraestructura (dijo gasto público en infraestructura), combatir el empleo informal. Plantear la reforma laboral, la reforma tributaria, sacar el impuesto al cheque. Muchas medidas contradictorias. En fin, lo rídiculo sería que se transforme en un comentarista de sí mismo. Todo es posible igualmente ya que haciendo gala de un doble standard moral -rasgo distintivo del gobierno- habló de reducir la planta del Estado y el mismo fue empleado del Senado sin asistencia conocida desde 2012. Por lo pronto, nadie habla más de la redistribución del ingreso, uno de los fundamentos de la presencia del Estado en las democracias occidentales hace ya casi un siglo. Ni de reducir la desigualdad, de la que, como ya dije, hubo un aumento peligroso para la estabilidad social.

Desde la oposición peronista -pese al descalabro por la derrota y algunos errores del último gobierno- en el trasfondo se ve la esencia del proyecto: una sociedad más igualitaria, con distribución del ingreso, un Estado presente, una economía sostenida por la producción y las pymes con protección del empleo, entre otras cosas. El peronismo originario y el kirchnerismo ya se encuentran unidos por un hilo de oro en la historia. Sería de necios, distraídos o malintencionados desconocerlo. Pero también es cierto que el futuro demanda renovar la  expresión. Puede ser un “peronismo francisquista” que no debe confundirse con esa versión lavada de laudatismo bobo ecologista funcional a la hipocresía de un sector de la sociedad. La “Laudato SI” es una declaración de guerra -perdón por usar esta palabra en un documento del Santo Padre-, al capitalismo en su versión depredadora: el neoliberalismo recalentado actual. Las declaraciones del Papa a El País en una entrevista internacional ratifica esa postura. También interpela con nueva agenda a las sociedades y Francisco -a la vez-, destila peronismo.

Este 2017 se inició de modo preocupante, un país en recesión con caída de la actividad económica y pérdida de empleo, un intento de rediseño de la economía hacia una matriz, como mínimo exclusiva desde lo social, un ministro de hacienda -comentarista- optimista de la voluntad, un país endeudado y con predicción de inflación más altas que las metas autoimpuestas por el Banco Central. Pero, por sobre todo, un gobierno sin rumbo político claro. Muchos especialistas llaman a este período el tercer ciclo neoliberal en la Argentina. Uno comenzó en 1976, el otro fue en los noventa. Los resultados los conocemos todos. Son parte de nuestra triste historia. El gobierno es el principal responsable que aquello no se repita. Pero desde la oposición el desafío es ofrecerle a la sociedad una alternativa viable, con liderazgo y proyecto, con épica y capacidad para convocar mayorías.

(*)   Magister en Ciencia Política. Abogado. Profesor de Derecho Político. Fue Presidente de la Operadora Ferroviaria S.E. y Director Nacional de Asuntos Políticos y Reforma Política.

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